Ciudad de la memoria de José Emilio Pacheco
Ediciones Era / Dirección de Literatura, UNAM, 2009.

Ciudad de la memoria, de José Emilio Pacheco, toma su título de un poema del chileno Enrique Lihn incluido en su libro París, situación irregular: “Vivimos todos en la ignorancia total, en la ciudad de la memoria. Borrada”. La ciudad que habita las páginas de este libro del poeta recientemente galardonado en Madrid con el Premio Reina Sofía de Poesía no tiene existencia física. La memoria y acaso la nostalgia devienen metáforas del tiempo y el espacio de una ciudad, cualquiera, llámese París, Colima o México: el nombre no importa. La lluvia, el caracol, la cerámica de Colima, las parejas, los insectos e inclusive la ceniza constituyen la materia prima  que le permite al poeta transformarla en versos donde se combinan la profundidad y la ligereza. Publicado por vez primera en 1989, el libro incluye poemas escritos entre 1986 y 1989. Si en su libro anterior, Miro la tierra, José Emilio Pacheco abordó la temática de la tragedia provocada en la capital mexicana por el terremoto de 1985, en Ciudad de la memoria el autor vuelve la mirada hacia los objetos y los seres que habitan la urbe y los reconstruye, les da un nuevo significado a través de la poesía. En “Caracol” se vislumbran ecos de la poesía de Nezahualcóyotl: “A vivir y a morir hemos venido. / Para eso estamos. / Nos iremos sin dejar huella. / El caracol es la excepción. / Qué milenaria paciencia / irguió su laberinto erizado, / la torre horizontal en que la sangre del tiempo / se adensa en su interior y petrifica el oleaje, / mares de azogue opaco en su perpetua fijeza.”

En otro poema (“Para ti”) Pacheco nos invita a detener los ojos sobre un pedazo de papel, que por razones extrañas ha sido arrojado por el viento hacia alguna calle, como si fuera una botella lanzada al mar: “Es un milagro que tus ojos se posen / en un papel de la calle. / Haz con él lo que quieras. /” En otro poema un ángulo del Ajusco es “verdor pulido por la lluvia” y en un jardín escondido en los laberintos de la gran urbe, las flores “no florecen: llamean”. Contrasta con el colorido de las flores la ceniza: “Aire nuestro que se hizo llama y ahora / no volverá a encenderse./” Juego de claroscuros en la ciudad de la memoria. Frente a la imagen sombría apocalíptica y grisácea resplandece una imagen luminosa en el poema intitulado “Lluvia de sol”:

 

“La muchacha desnuda toma el sol, /
se vuelve su fuego. /
Y a mediodía, bajo el rumor de las frondas, /
se hace toda de luz la amarga Tierra. /”

La ciudad de la memoria es así la ciudad devorada por el tiempo, que muere y renace de sus propias cenizas como el fénix, donde vida y muerte, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca se debaten en un duelo incesante. Pese a todo se escucha el coro de un canto luminoso al “enigma de lo que existe”:

“Y a pesar de todo esto aún creo en ti, /
enigma de lo que existe: /
horrible, absurda, gloriosa vida /
que no cambiamos (ni en el anzuelo) por nada). /”

La ciudad: luz y sombra: vida y muerte: ciudad hecha de tiempo: el eros de la palabra poética: temas recurrentes en la obra poética y narrativa de José Emilio Pacheco.