Entrevista con Enrique Ángel González Cuevas, autor de La Reina Valera
(Ediciones Digitales Punto de Partida, 2018)

César Tejeda Argüelles. 2019



Ya convencido de que quería ser escritor, el taller de Alberto Chimal fue fundamental. Pasé cinco años en él, y de todos los que he tomado es el que, por mucho, me ha servido más. Aprendí a hacer lecturas constructivas de los textos de otros y a tener un juicio para decidir hasta qué punto hacer caso a las sugerencias que me hacían. Ahora no puedo concebir mi escritura sin el ejercicio del taller como lo aprendí con Alberto Chimal. Tengo uno en mi casa, con amigos y conocidos, nos reunimos desde hace cuatro años sin dinero ni maestros de por medio, solo por el gusto —y la necesidad— de tallerear nuestros textos.



Cuéntanos cómo fue el proceso creativo de La Reina Valera, ¿cuándo comenzaste a escribir esta historia sabías que tenías una novela entre las manos?, ¿cuánto tiempo te tomó escribirla?, ¿cómo planeaste tu estrategia narrativa?

Cuando comencé yo simplemente tenía ganas de escribir una novela e intentaba hacerla con cada historia que se me ponía enfrente, pero, por lo regular, escribía cuentos cortos y minificción. Ser extenso y llenar cuartillas me cuesta mucho trabajo. Así que siempre que comenzaba descubría que mi primer capítulo era en realidad un cuento que no pedía continuación. Ahora, en retrospectiva, veo que sólo pude hacer larga una historia porque resumía mucho de lo que tenía en la cabeza en ese tiempo. Se trata de una novela corta, no podía ser de otro modo, pero quedé contento porque parece que conserva mucho de la fuerza que tiene el cuento como yo lo entiendo y procuro practicarlo.


En tu novela conviven dos temas ya en sí complejos, la sexualidad y el espiritismo, ¿qué dificultades tuviste para compaginar los dos temas en tu libro?

En realidad creo que la novela nació, al menos en parte, por el descubrimiento de que no eran dos temas separados, sino uno mismo. Durante todo el tiempo que redacté la novela estudié el pensamiento de Schopenhauer. Según él, el cuerpo, en espacial la sexualidad, es el espacio verdadero de la metafísica. Se nos revela la esencia del mundo al desear, pues el deseo —que Schopenhauer la llama voluntad— es el núcleo y ser en sí de la realidad. Esto a mí me chocaba mucho al inicio, solía valorar más mi inteligencia y mis pensamientos que mi cuerpo y las experiencias que éste me ofrecía. La idea de que mi cuerpo era mi verdadero yo, y no lo que la tradición occidental ha asociado con el alma o la racionalidad, tuvo repercusiones favorables en mi vida y desató la creatividad necesaria para emprender la escritura de La Reina Valera.


¿Quiénes han sido las personas más determinantes en la confección (por llamarla de algún modo) de tu vocación literaria?


Es muy ingrato reconocer que no recuerdo su nombre, pero en la ENP 2 tuve un profesor genial de literatura. Él simplemente llegaba, nos daba una brevísima introducción al tema del día, y con maestría nos leía un cuento, un poema o un fragmento de novela. El resto de la clase era discutir colectivamente el texto desde la mera experiencia estética que habíamos tenido. Más que dejarnos en la cabeza los contenidos del programa, forjó en algunos de nosotros una sensibilidad.

Ya convencido de que quería ser escritor, el taller de Alberto Chimal fue fundamental. Pasé cinco años en él, y de todos los que he tomado es el que, por mucho, me ha servido más. Aprendí a hacer lecturas constructivas de los textos de otros y a tener un juicio para decidir hasta qué punto hacer caso a las sugerencias que me hacían. Ahora no puedo concebir mi escritura sin el ejercicio del taller como lo aprendí con Alberto Chimal. Tengo uno en mi casa, con amigos y conocidos, nos reunimos desde hace cuatro años sin dinero ni maestros de por medio, solo por el gusto —y la necesidad— de tallerear nuestros textos.

Hoy debo agregar a mi novia. Ella se dedica a la promoción de la literatura juvenil e infantil y me ha hecho más consciente de este tipo de lectores, al grado de que ya me encuentro escribiendo una novela policiaca juvenil.


¿Te consideras un narrador nato?, ¿has escrito otros géneros literarios además de novela?, ¿en cuál te sientes más cómodo?

No me siento un "narrador nato" si por ello se entiende que soy "naturalmente bueno", pero sí en la medida que siempre he disfrutado escribir narrativa. Fuera del cuento y la novela me siento perdido. No logro llevar mi voz a la poesía, la crónica o el ensayo. Por eso tampoco me considero un "Escritor de Literatura", así, con mayúsculas, lo cual, al final del día, me hace sentir más libre al momento de escribir.


¿Cuál ha sido tu experiencia al publicar un libro digital?

Me gusta pensar que todo lo que escribo puede ser leído de pie en el metro o en el camión. Si el lector no puede hacerlo en esos ambientes entonces no estoy siendo lo suficientemente claro ni ameno. Publicar en digital va mucho con en ese espíritu. Cuando se liberó el archivo releí mi novela en mi celular y me agradó la idea de que más gente pudiera hacerlo de la misa forma. Tengo una sobrina en la prepa que lee más que yo y la mayoría lo hace desde una pantalla. Los lectores de su generación son así. Claro que el formato no garantiza lectores, pero creo que sin duda facilita mucho el que pueda llegar a más de ellos.


¿Te identificas con otros autores de tu generación o de la generación previa a la tuya en México?

Más que identificarme, admiro mucho el trabajo de varios escritores mexicanos. Ya mencioné a Alberto Chimal. Agregaría a Juan Hernández Luna (quien falleció muy joven), Mario González Suárez, Eduardo Antonio Parra y David Toscana. Mucho más cercano a mi generación está Édgar Omar Avilés, últimamente no ha publicado, pero sus cuentos son de una potencia extraordinaria. Finalmente, aunque son mis amigos y comparto con ellos el taller en mi casa, me gusta mucho lo que escriben José Manuel Ríos y Pedro J. Acuña; por desgracia sus cuentos no son fáciles de encontrar, salvo uno que otro que hay en la red.


¿De qué manera conviven el filósofo y el escritor que hay en ti?

No me considero filósofo, sino alguien que tiene afición por la filosofía. Aunque la filosofía y la narrativa son vocaciones muy libres que suelen pedirme que me entrometa en cualquier tema o situación que me resulten interesantes, trato de evitar que se contaminen entre sí. Cada una requiere de un temple o un estado de ánimo específico para ser productivo, y la mezcla, al menos en mi caso, suele ser fatal. Por ejemplo, el otro día estaba con mi novia en la biblioteca, yo interrumpí mi lectura para decirle algo tierno y ella me dijo que hablé como un político o un profesor que se quiere jubilar. Obviamente yo estaba leyendo a Kant y mi voz se contagió de él.


¿Cómo escribes?, ¿tienes manías, amuletos o supersticiones?

Además de llevar todo lo que hago al taller, para mí lo importante es escribir de buenas. Soy más productivo al despertar, sin haber desayunado siquiera, pero yo prefiero la noche. Mi mayor manía es escribir poco, dedicarle un par de horas a un pequeño párrafo. Podría producir más, pero así reelaboro menos, y en ese sentido me siento más eficiente.