solo-cuento-3baja.jpgSólo Cuento III (Varios autores)
(Dirección de Literatura UNAM; compilador, Luis Felipe Lomelí; pról. Rafael Toriz, 2011)

 

Sólo Cuento III reúne 31 relatos de autores en lengua española de distintos países. Los tomos I y II de Sólo Cuento, obtuvieron el premio CANIEM (Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana) 2010 al mejor libro del año en la categoría de literatura.

En el prólogo, Rafael Toriz escribe: “En nuestro tiempo, un presente dominado por los medios, la velocidad y expresiones tecnológicas que transforman con extrema volatilidad nuestras obras y productos culturales, un libro de cuentos se ofrece como la continuación de una plática suspendida en un tiempo difuso.” Y agrega: “Abrir estas páginas, en medio de la potestad de la pantalla, es recuperar el mensaje de la botella que enviamos al mar.”
 

 

Igual que sus antecesores, el tomo III de Sólo cuento se divide en secciones temáticas: La vida está en otra parte; Calles y ambulancias; Patrimonio de familia; Ars poetica; Amistad; Cositas de mi mafia; Allende lontananza y Amoríos. Entre los autores antologados, se encuentran: José Edmundo Paz Soldán, Alberto Chimal, Rodrigo Fresán, Mariana Enríquez, Ricardo Piglia, David Toscana, Pablo Soler Frost, Rogelio Guedea, Cristina Rascón, Natalia Moret, Luis Humberto Crosthwaite y Santiago Gamboa.

Si “el cuento es la prueba del fuego del narrador”, de acuerdo con Rubem Fonseca, uno de los mayores maestros del género, “en él no hay cabida para indecisiones, dislates, descuidos”, afirma Rafael Toriz, para quien el autor de relatos, “a la manera del carnicero y el asesino, debe actuar con estudiada precisión y absoluta naturalidad”. Un titubeo, añade, “un paso en falso, y se habrá fracasado (frecuentemente con el desconocimiento de quien escribe).”

Con excepción del cuento de Pablo Soler Frost, la mayoría de los relatos, de muy diversas extensiones, testimonian un género híbrido que, en opinión de Toriz, “a estas alturas se encuentra fortalecido por incontables estímulos sensibles y, sin embargo, sigue siendo reconocible por ciertas señas particulares.” Finalmente, escribe el autor del prólogo, “un cuento es (o debiera ser) la pieza de un orfebre, un trabajo meticuloso, exacto y bellísimo macerado al calor del fuego de la hoguera y entregado al cobijo del viento.”